abortos. Cuanto más oculto y menos reconocido lo tenemos, más perjudicamos a las mujeres pobres, castigamos doblemente a las mujeres pobres. El paso a la legalización parte de este primer escalón, primero tenderle una mano social a la mujer si quiere retroceder en la decisión que tome. Las mujeres que tienen la necesidad de abortar y que tienen poder económico van a resolver el problema clínicamente, bien atendidas”, mientras que “las mujeres que están en el fondo de la sociedad, que tienen problemas sociales, se van a jugar la vida”. Pienso en las mujeres que marcharon en contra del aborto en nuestra ciudad: En Saltillo, el 27 de octubre del 2017, el Congreso del Estado rechazó la propuesta de despenalizar el aborto consentido. Tan sólo en los primeros cinco meses de 2018, la fiscalía del estado de Coahuila abrió seis carpetas de investigación por el delito de aborto. Son datos que leo en la plataforma del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, a donde llego dominado por mis miedos. Los seis abortos que han sido practicados en 2018 representan el 75 por ciento del total registrado entre 2015 y 2017. Los números activan mi criterio de periodista. Apostarle a no salir del estado para interrumpir el embarazo, no es opción. Tampoco usar pastillas abortivas a base de misoprostol. Un desbalance y complicaciones médicas podrían generarse en mi novia. Nuestra única alternativa segura sería viajar a la Ciudad de México y realizar una aspiración uterina. Un procedimiento que no requiere ninguna incisión, sino que se realiza vía vaginal. Es decir, un procedimiento ambulatorio de corta estancia y de recuperación inmediata. No pudimos ir el fin inmediato. Tuve que esperar una semana a que mi quincena se depositara. Por la premura del viaje, tampoco se concretó el traslado en avión, debido a los elevados costos del vuelo. Sin anticipación, un vuelo por Aeromexico desde nuestra ciudad excede los 4 mil pesos. Son los mismos 4 mil de una de mis quincenas. Optamos por Autobuses Rivera para economizar por si las cosas se ponían feas por allá. Nos los recomendó una amiga pata de perro, que no para de recorrer los rincones de México. El camión partiría de la colonia Valle de las Flores. Nos citaron a las 19:30 horas. Salimos a las 22:30. El camión transportaba todo tipo de pasajeros. Un grupo de cuatro señoras se apoderaron de los primeros asientos. Iban acompañadas de una adolescente con síndrome down. Se dirigían a un campamento, dijeron. Seis hombres se distribuyeron en los asientos traseros. Hablaban de mujeres y posibles trabajos en la capital. Delante de nosotros viajaban una mujer y su hijo de tres años, el mismo que se insubordinaba impaciente al final de la travesía. Otras pasajeras sólo utilizaron el camión para trasbordar e ir más al sur. Lo tenían que hacer rápido y aprovechar el tiempo, pues el martes regresarían a Saltillo a trabajar en la fábrica, decían a murmullos. Cerca de las tres de la mañana el camión se detuvo. Ni Google Maps sabía dónde estábamos. Allí, en medio de la nada, se agotaron mis datos. Ella dormía entre mis brazos, con náuseas incesantes. El chofer explicó a las doñas: “Un camión se descompuso. Vamos a apoyar a nuestros compañeros”. La excusa no duró mucho. A los 25 minutos, las señoras de enfrente discutieron acaloradamente con el conductor. “No me falte al respeto, esto lo hacemos por solidaridad a nuestros compañeros, tenemos que esperar a que llegue la ayuda. ¡No, nos podemos mover de aquí!”, gritó el operador para luego bajar del camión y apagar las luces. La mayoría intentó dormir en medio de reclamos murmurados: ¿ya podremos irnos?, ¿dónde estamos? De pronto las luces se encendieron. Llevábamos tres horas ahí. Los asientos vacíos se ocuparon y nos pusimos en marcha. Ella seguía con ascos. La ansiedad nos aprisionó, a nosotros y al resto de los pasajeros. Cada cual tenía su urgencia, pero yo sentía que la nuestra era la mayor, la más apremiante, la más dolorosa. Al fin arribamos. Apenas bajamos del camión mensajeamos a la clínica. Nos dijo que aún podíamos llegar, que éramos bienvenidos. Se nos informaron los precios y restricciones. Siempre mostrándose comprensivos, en confianza y seguros. Seis mil pesos. Eso constaría el procedimiento. Elegimos una clínica con bastantes comentarios positivos en Google, que además se hallaba cerca de la Central de Autobuses Norte de la Ciudad de México. El taxi nos llevó por 20 pesos. Nuestros corazones:latiendo acelerados, y nosotros sentados en recepción, esperando. Frotaba sus manos, como si de una lámpara mágica se tratará. Deseé que esto no hubiese pasado. Llenamos un par de formularios. Nos pidieron la credencial de elector. Por promoción el procedimiento tendría un costo de tan sólo 4 mil 500 pesos. Después de nosotros tres parejas más llegaron, dos de ellas acompañadas por sus padres. Más tarde una más, igual que nosotros: solos, vulnerables y con miedo. Casi al instante, la doctora pasó a mi novia al consultorio. Ahí le realizó un ultrasonido. Siete semanas, cinco días de embarazo. Salió y esperó junto a mí. No pasaron más de diez minutos, cuando la enfermera volvió y se la llevó. Me dijo que en breve vendría a explicar el procedimiento. La amabilidad seguía perturbándome. O quizá lo hacía esta idea profunda que rodea la vida y la muerte, y que nunca se va. En 20 minutos había hojeado todas las revistas de la sala. La enfermera subió y me dijo que el procedimiento se había realizado con éxito, sin ningún contratiempo. Sólo había que esperar una hora a que la anestesia pasara. Luego podría verla. Abrazarla. Ahuyentarle y ahuyentar mis propios temores. En poco más de 60 minutos ella bajó caminando, despacito, aún sin espabilarse por completo. “Nunca más pasemos por esta situación”, me dijo mientras me abrazó. Compramos los analgésicos y otros medicamentos en una farmacia cercana. Y hasta entonces buscamos algo de comer. Desde las 20:00 horas del viernes no habíamos probado nada. Un consome de pollo nos levantó el ánimo. Después de comer, me contó lo sucedido. Sus palabras no fueron muchas, pero sí las suficientes, para transmitir la angustia y desesperación que una mujer vive al abrir las piernas en un quirófano,  al sentir en su piel el metal frío  y esterilizado de los utensilios que los médicos utilizarían. De ahí siguió la anestesia. Le dijeron; como en las películas: que contará hasta diez. Apenas iba en el seis, cuando se quedó completamente inconsciente. Al despertar se vio postrada en una cama, sola. Lidiando con sus emociones y pensamientos, deseó que estuviera con ella. Pero, ni la enfermera, ni nadie aparecía. La dejaron ahí, sin compañía, solo con los beats del electrocardiograma de fondo. A las 19:00 horas de ese día partimos, esta vez en un autobús con aire acondicionado, asientos reclinables, internet y baños. Ella durmió todo el camino. No podía dejar de verla, aún temeroso. Me consumía el miedo de que algo saliera mal. ¿Por qué creemos que es importante? 200 mil 155 mujeres se han practicado un aborto en la CDMX. Puebla El estado del que más habitantes se han hecho un aborto en la CDMX. 18 mil 195 interrupciones del embarazo se  realizan en promedio al año. OTRAS OPCIONES Hay organizaciones que consideran que la interrupción del embarazo debería estar prohibída, pues argumentan que se debe privilegiar el desarrollo del feto hasta el final. Dentro de estas agrupaciones hay quienes ofrecen a las mujeres continuar con su embarazo para luego dar en adopción al niño. ¿Qué buscan los saltillenses sobre el “aborto” en internet? Estos son los resultados de lo que la gente en Saltillo consulta en Google sobre el tema: Consulta dos tópicos: >  Aborto espontáneo >  Aborto diferido Preocupación por el aspecto legal: >  Pena / condena por aborto >  Ley aborto >  Ley del aborto en México Interés por pastillas abortivas: >  Pastillas abortivas sin receta >  Misoprostol / precio Dudas sobre el método >  Estados donde es legal abortar >  ¿Cómo abortar en México? >  ¿Cuánto cuesta un aborto? Con información de Vanguardia]]>